Entre los años 2014 y 2018 los Estados de Chile y Japón desarrollaron un proyecto de cooperación que generó un modelo Chileno para la protección y el cuidado de la salud mental en desastres. En el proyecto, que se conoce con el nombre de “Kokoronokea” concepto que literalmente se traduce como “cuidado del corazón” (1), participó el Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), el Ministerio de Salud y la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior por Chile, mientras que, por parte de Japón, lo hicieron el Hyogo Institute for Traumatic Stress (HITS) y la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA). En el año 2017 este proyecto llamó la atención de investigadores de la Université de Paris Panthéon-Sorbonne, Francia, quienes buscaban conocer más detalles de lo desarrollado entre ambos países.
En dicho contexto, tuvimos la oportunidad de contactar con Piero Tellerías, investigador del programa de Doctorado de Ciencia Política de dicha universidad, y del laboratorio Centre Européen de Sociologie et Science Politique (http://cessp.cnrs.fr/), quien desarrolló un trabajo que lo llevó a conocer detalles de este proyecto.
1. Piero, ¿cómo nace tu interés por trabajar en el área de los desastres, y específicamente en conocer más de este proyecto?
Las razones de mi interés por trabajar en esta área se articulan entorno a mis esfuerzos por comprender, de forma científica, cómo se toman las decisiones dentro de las instituciones a cargo de la gestión de urgencias y de desastres socio-naturales. Creo que el año 2010 fue crucial en esto, ya que muchas eran las explicaciones provenientes del mundo periodístico e incluso académico chileno que, más que intentar comprender las razones de la catástrofe del 27 de febrero, se inspiraban en la búsqueda de culpables y de sanciones. Reportes, informes y artículos sobre este episodio se acumulaban sobre mi escritorio, pero la gran mayoría adolecía de algo esencial: sus autores no visitaban los lugares y las instituciones donde se toman las decisiones, así como tampoco interrogaban las trayectorias profesionales y personales de los actores. Se trataba, y se trata aún, de investigaciones académicas a distancia, de escritorio, alejadas de la realidad y de las limitaciones que viven a diario los expertos en gestión del riesgo. Esto llevó a que mis formaciones en historia, derecho y ciencia política, llevadas a cabo en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Université Paris Panthéon-Sorbonne, fueran orientadas en esta dirección.
Comprender de manera científica esta área implica que uno debe salir de su oficina y observar cómo se toman las decisiones en la práctica, bajo presión, con presupuestos escuetos, estatutos laborales muchas veces precarios y sin el marco jurídico adecuado para poder actuar. Fue esto lo que más me impactó cuando visité la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior (ONEMI) el 2016. Entrevistando a varios de quienes trabajan ahí, estos me explicaban que era muy raro que un investigador en ciencia política se diera el tiempo de contactarlos, de conversar con ellos y de entrar a la institución para intentar analizar desde adentro cómo funciona este mundo. Ese mismo año comienza el camino que lleva hacia mis investigaciones sobre el proyecto Kokoronokea.
En septiembre de ese año comencé por investigar cómo la resiliencia, noción sujeta a menudo a múltiples a usos y abusos, había llegado a lo que llamo el campo chileno de gestión de catástrofes. ¿Cómo este concepto, hoy empleado como principio guía, fue importado por ciertas personas y desde el extranjero? Es un objeto científico difícil de abordar. Primero, porque es una categoría práctica y no una categoría de análisis. Segundo, dado que muchas de las personas entrevistadas simplemente no recuerdan a partir de qué momento comenzaron a emplear este término o bien cuáles fueron los primeros textos nacionales donde aparece este concepto. Sin embargo, existen hitos nacionales claves que ayudan a explicar la implantación de la resiliencia en Chile a partir de los años 2000. Sin pretensión de exhaustividad, mis investigaciones muestran que estos son, por ejemplo, la adhesión al Marco de Acción de Hyogo (2004-2015) y de Sendai (2015-2030) de las Naciones Unidas, el tsunami inducido por una remoción en masa en Puerto Chacabuco el 2007, el desastre de la Calle Serrano de Valparaíso el 2007, el incendio en la Cárcel de San Miguel el 2010, la catástrofe del 27-F así como la subsecuente visita y recomendaciones de los expertos de la United Nations International Strategy for Disaster Reduction el 2010, el terremoto de Iquique del 2014, el temporal que afectó la región de Atacama el 2015, los incendios forestales del 2017, entre otros.
De ese modo, a medida que comienzo a interesarme en cómo el concepto de resiliencia se implanta en el lapso de dos décadas en Chile, me doy cuenta que existen lo que se llama en ciencia política instrumentos de gobierno de la acción pública. ¿Cuáles son los instrumentos, dispositivos o tecnologías de gobierno de catástrofes que han favorecido la importación de la resiliencia en Chile? Esa es una de mis preguntas y es ahí donde nace mi interés por el proyecto Kokoronokea. ¿Es este uno de esos dispositivos?
Conversando con el psicólogo y coordinador del proyecto Dr. Humberto Marín en agosto del 2017 veo que existe algo fascinante desde el punto de vista de la ciencia política. Este proyecto busca proteger y cuidar la salud mental en emergencias y desastres, algo que puede parecer obvio pero que en realidad no lo es. ¿Qué motiva a un proyecto de cooperación entre dos Estados del "Cinturón de fuego del Pacífico" a proteger no solamente el cuerpo de los gobernados sino que también su actividad mental? ¿Qué motiva a estos dos Estados a ejercer esta función? A mi parecer estamos frente a una transformación crucial de las funciones y prerrogativas del Estado Chileno que, mientras entrevistaba al Dr. Marín, no podía creer que no despertara un mayor interés por parte del mundo académico de la ciencia política en Chile.
En palabras simples, mi interés por el proyecto Kokoronokea emerge cuando me percato que este dispositivo o instrumento gobierno de catástrofes es representativo de una forma de racionalidad política desarrollada entre los siglos XVII y XVIII: la gouvernementalité. Precisamente, mi investigación muestra que el proyecto es de una importancia vital para comprender lo que entendemos como el Estado Chileno hoy en día, ya que este se enmarca en una transformación cognitiva, en marcha desde hace más de dos siglos, que concibe la preocupación por la vida individual y de la población como un deber del Estado moderno. En ese sentido, los equipos a cargo de la traducción de los “conocimientos y experiencias Kokoronokea” dieron un paso más allá en esta transformación de larga duración de las funciones del Estado. Gracias al proyecto, y al trabajo del Equipo Kokoronokea, se dio un paso esencial para que la protección de la salud mental en situación de urgencias y desastres ya no aparezca como algo opcional para el Estado chileno sino que como una obligación. Esto sobre todo si el Estado pretende continuar a ejercer una función que funda su razón de ser: la protección de su propia población. La transformación es entonces, a mi parecer, asombrosa porque el aparato estatal no solo tendrá que proteger, en situación de urgencias y catástrofes, el cuerpo de sus gobernados y las infraestructuras que estos ocupan sino que también su salud mental.
2. ¿Cuál es tu impresión del trabajo desarrollado en el proyecto “Kokoronokea” entre Chile y Japón?
La impresión que me deja es que todo proyecto de cooperación internacional en transferencia de conocimientos relacionados a la gestión de urgencias y catástrofes es, en la práctica, de una complejidad y riqueza poco exploradas por la ciencia política en Chile. La coordinación de distintos niveles de acción, de personas provenientes de distintas instituciones y caracterizados por trayectorias diversas, de funcionarios y científicos equipados con diferentes lenguajes, objetivos e intereses, es sin lugar a dudas algo que necesita de un estudio profundo. Se trata de un aspecto que queda muchas veces en el olvido, tras bambalinas, sellado bajo la forma lacónica de firmas anexadas a un documento oficial que saldrá a la luz en la página web de una institución gubernamental. ¿Quién se interesa en el lado humano de la transferencia internacional de este tipo de conocimientos y experiencias? ¿Quién intenta analizar las dificultades que cada uno de los actores del equipo Kokoronokea tuvo que superar para que, luego de cuatro años de esfuerzos, estos conocimientos que buscan proteger la salud mental en situación de urgencias y desastres pudiesen llegar a Chile?
Muchas veces se cree que los expertos en gestión del riesgo que trabajan para la administración pública son máquinas racionales, sin problemas, sin preocupaciones externas, completamente neutros y eficaces. Esto es una ilusión. El trabajo dentro de la administración pública es sumamente complejo, lleno de misiones imposibles, de crisis por evitar, de e-mails que se acumulan con el pasar de los días, de documentos apilados en escritorios minúsculos, de informes por leer, de post-it desparramados en la pantalla de computadores, de reuniones a las que no se podrá asistir, de tareas y desplazamientos geográficos que no se podrán llevar a cabo. De esta manera, el análisis del trabajo llevado a cabo en el proyecto Kokoronokea permite dilucidar que se trata de una labor obstaculizada por limitantes financieras, marcos legales desfavorables, así como por el riesgo latente de la politización y la mediatización de los dossiers técnicos del Estado. Es una lucha constante, por parte de estos actores, para que el aparato estatal no se transforme en un factor de riesgo en sí mismo.
En ese sentido, mi impresión sobre el trabajo del equipo Kokoronokea es que se trata, en el buen sentido de la palabra, de una proeza burocrática dentro de la administración pública. Un trabajo minucioso y extenuante que no aparece, ni aparecerá, en las portadas de los diarios. Por este motivo, y aún si algunas de las personas entrevistadas pueden no estar de acuerdo, mi análisis sobre el proyecto Kokoronokea se aleja de las hipótesis voluntaristas. La realidad no es blanca o negra, sino que una colección de matices de grises. El análisis de la práctica del trabajo del experto en gestión del riesgo muestra que, en múltiples ocasiones, este no hace lo que quiere sino lo que puede en función de los recursos disponibles y de su posición dentro del campo de gestión del riesgo del cual forma parte. Este es un resultado que emerge de dos años de análisis de entrevistas, revisión bibliográfica, producción escrita por parte de las instituciones a cargo, observaciones participantes, análisis cuantitativos de bases de datos y más de quinientas páginas de transcripciones de testimonios de los actores involucrados.
Puedo mencionar seis otros resultados, entre muchos más, que emergen del estudio del trabajo del equipo Kokoronokea.
1. Los objetivos y prioridades que orientan un proyecto de cooperación internacional no son fijos, sino que muchas veces circunstanciales. En la práctica, una vez que los integrantes se dan cuenta que el “modelo japonés” en protección de la salud mental no existe según los parámetros cognitivos manejados por la administración pública chilena, el “equipo motor” se ve en la necesidad de reorganizar sus labores para poder crear el modelo chileno en protección de la salud mental en situaciones de urgencias y desastres.
2. La construcción de este modelo chileno, es clave para comprender los esfuerzos presentes por posicionar a Chile como líder latinoamericano en esta área y a Japón como país fuente de conocimientos transferibles hacia la región latinoamericana a través del campo chileno de gestión de catástrofes.
3. El análisis de las prioridades institucionales y de las trayectorias socio-profesionales de los actores que ponen en marcha la transferencia de este tipo conocimientos, ayuda a entender que las personas a cargo del proyecto son conscientes que no todo es transferible o adaptable entre dos países marcados desarrollos socio-históricos diferentes.
4. El proyecto muestra que cuando los investigadores en catástrofes trabajan codo a codo con los expertos en gestión de riesgo del Estado, estos deben transformar a menudo el lenguaje académico y llegar a ciertos compromisos para poder ser escuchados por quienes responden a obligaciones y plazos propios a la administración estatal.
5. El trabajo de transferencia de conocimientos en protección de la salud mental en situación de urgencias y catástrofes muestra que, contrariamente a lo que se podría pensar, un proyecto de cooperación internacional puede ser la ocasión para pacificar fricciones intra e interinstitucionales a nivel nacional, tanto dentro de la administración estatal como dentro de la Academia. El proyecto permite, por ejemplo, dejar en el pasado pequeños roces que datan de mediados de los años 2000 entre algunos actores del Ministerio de Salud y de la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior entorno al comando de coordinación de la protección de la salud mental en situaciones de urgencias y catástrofes.
6. La llegada de estos conocimientos japoneses se inscribe en tres procesos de larga duración a los cuales contribuye: la transformación progresiva de la cooperación bilateral vertical hacia la cooperación bilateral horizontal entre Chile y Japón desde fines de los años noventa; la racionalización o focalización creciente de la cooperación formal entre ambos países hacia el sector de la gestión de urgencias y catástrofes; la creciente división internacional del trabajo en gestión de catástrofes entre países considerados como líderes en el área.
3. En tu experiencia, ¿has encontrado en otros países proyectos de cooperación similares?
La verdad es que proyectos específicos en protección de la salud mental en situaciones de urgencias y catástrofes no he encontrado. Para aquello, habría que observar de cerca lo que las agencias de cooperación internacional de países considerados como líderes llevan a cabo. Pienso por ejemplo en lo que la Japan International Cooperation Agency, la Australian Aid, la US Agency for International Development, la Direction du développement et de la coopération de la confédération suisse, o incluso la Agence Française de Développement, están haciendo hoy en día específicamente en la región latinoamericana y de manera general en otros continentes.
De igual manera, estoy convencido que estos proyectos de cooperación internacional de transferencia de conocimientos en gestión de urgencias y catástrofes no pueden entenderse sin un análisis del papel y la influencia que tiene la producción científica de estos países considerados como líderes. Así, por ejemplo, no se puede dejar de lado el estudio de la producción de la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO) australiana, del National Disaster Management Institute (NDMI) de la República de Corea, el National Earthquake Hazards Reduction Program (NEHRP) de Estados Unidos, el National Research Institute for Earth Science and Disaster Resilience (NIED) de Japón, el Centre for Research on the Epidemiology of Disasters (CRED) de Bélgica, Le réseau des instituts Carnot en Francia, entre otros.
4. ¿Qué recomendación darías a los equipos de investigación que deseen iniciar proyectos de cooperación internacional?
Mi trabajo como científico me impide realizar recomendaciones normativas, eso se lo dejo a los expertos. Como diría Michel Foucault en su curso de obertura en el Collège de France de enero de 1976, los resultados de mis investigaciones sobre la gestión de urgencias y catástrofes son pistas, ideas, esquemas, instrumentos que comparto con quien desee escucharme y a partir de los cuales cada quien es completamente libres de utilizarlos, pues no puedo entregar leyes a su utilización.
Sin embargo, si tuviese que dar un tipo de consejo a estos equipos de investigación aplicada, estos serían dos. Primero, que estos equipos podrían comenzar por hacer una revisión bibliográfica crítica y reflexiva de su proprio trabajo y del trabajo llevado a cabo en proyectos de cooperación internacional. Creo uno de los peligros es que este tipo de proyectos se transforme en el trabajo de convencerse entre convencidos que comparten las mismas convicciones. Segundo, que estudien con ahínco los obstáculos, las dinámicas, las lógicas y los lenguajes de la cooperación internacional y cómo estos van a impactar directa o indirectamente sus labores. ¿Por ejemplo? Mientras en Japón o en Europa los meses de enero y febrero son de alta productividad, en Chile son meses de vacaciones. ¿Cómo coordinar un grupo compuesto por personas de diferentes instituciones durante esos meses? ¿Cómo explicar a un funcionario o a un experto que tendrá que trabajar durante la noche porque en Francia ya son las nueve de la mañana o que tendrá que avanzar trabajo porque en Canberra están adelantados en catorce horas? Parece algo banal, pero es un elemento de vital importancia del que si no se está consciente este puede provocar fricciones inesperadas dentro de los equipos.
5. ¿Cuál es la proyección que tendrá el trabajo realizado? ¿Será publicado en algún artículo científico?
El trabajo realizado se enmarca en un proyecto científico de larga duración, el cual continua en este momento a través de mi investigación de doctorado. El estudio llevado a cabo sobre el proyecto Kokoronokea forma parte de mi intención de estudiar, en la práctica, tanto la transferencia de instrumentos de gestión y gobierno de catástrofes como los procesos de toma de decisiones dentro de este tipo de proyectos de cooperación internacional. En breve, durante mi tesis me concentraré en el estudio de un dispositivo de gestión de catástrofes socio-naturales específico: las formaciones Community Emergency Response Team (CERT) y su camino de circulación, temporal y geográfica, desde Los Angeles City Fire Department a la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior de Chile (1985-2018).
En cuanto a los resultados del análisis de la transferencia de conocimientos durante el proyecto Kokoronokea, en estos momentos estoy trabajando para poder publicarlos en una revista científica en Europa.
6. Finalmente, ¿deseas agregar o comentar algo adicional?
Sí, desearía agradecer a todas las personas del proyecto que me abrieron las puertas y estuvieron dispuestas a responder a mis preguntas y a ser analizadas, lo cual no siempre es placentero. Pero sobre todo mis agradecimientos al Dr. Humberto Marín, a la socióloga Magdalena Gil-Ureta, al ingeniero Felipe Rivera Jofré y al Director Nacional de la ONEMI Ricardo Toro Tassara, ya que sin sus recomendaciones y presentaciones no hubiese podido emprender este trabajo. Creo que es esencial, para el desarrollo de la comprensión científica de la gestión de urgencias y catástrofes en el país, que los expertos y managers del área accedan a la invitación de investigadores que, como en mi caso, deseamos estudiar de cerca el diario vivir de sus complejas labores.
Tellerías, Piero. Centre Européen de Sociologie et de Science politique (CESSP). Université Paris 1 Panthéon Sorbonne, 75005, Paris.
(1) Detalles del proyecto pueden ser revisados en http://cigiden.cl/es/adapting-of-kokoronokea-to-mental-health-care-model-of-emergencies-and-disasters/